lunes, 23 de febrero de 2009

Lo comunitario, sólo en el discurso

El 7 de febrero del 2009 se promulgó la nueva Constitución Política del Estado, cuyo fundamento central como modelo de Estado es la visión plural; además, rescata la visión de la sociedad indígena, históricamente discriminada y excluida, y respeta la visión moderna occidental. Uno de los aspectos de la visión plural, por ejemplo, se traduce en el sistema de gobierno, consistente en: a) Democracia participativa referida a las consultas o referendos; b) Democracia representativa en la elección de sus representantes por voto universal, directo y secreto; y c) Democracia comunitaria en la elección y designación de sus representantes mediante procedimientos propios de las naciones y pueblos indígenas.

El mismo texto constitucional indica que el funcionamiento de esta pluralidad de la democracia debe ser desarrollado mediante una ley. Ahora, precisamente el proyecto de ley transitorio del régimen electoral enviado por el Poder Ejecutivo no refleja dicha diversidad de democracia. Impone como una razón totalizante a la democracia representativa en la elección de sus representantes en todos los niveles de gobierno, o sea, para ser diputado(a) o senador(a), consejero(a) departamental o concejal municipal, uno necesita obligatoriamente ser parte de un partido político, agrupación ciudadana o indígena y ser elegido por voto secreto. Eso significa que en este proceso de cambio hay mayor imposición de la concepción liberal.

Para ser más coherentes con la Constitución, se debió también incorporar, por lo menos para el área rural y los pueblos indígenas, la elección de los representantes en diferentes niveles de gobierno mediante procedimientos propios. Eso significa que no es necesario concursar mediante un partido o agrupación ciudadana e indígena y someterse a voto universal y secreto. Es más, por ejemplo en la parte de los aymaras y quechuas, en la elección de sus consejeros departamentales y autoridades municipales tienen establecidos sus propios sistemas de turno y rotación por ayllu, pero se conflictuaba cada vuelta debido a que no eran legales. Precisamente ahora era el momento de legalizar algo que siempre se practica.

Por eso, nuevamente la visión de los indígenas ha sido botada al tacho por aquel o aquellos que han escrito el proyecto de ley.

Por otro lado, se han creado 15 circunscripciones especiales denominadas indígenas que, para aquellos que nos sentimos parte de esas poblaciones, es un insulto, ya que se ha juntado en un bolsón sólo a 15 naciones y las restantes 21 no tendrán lugar en su representación. Entonces, ¿para qué se puso en la Constitución que somos 36 naciones indígenas? Pero, mucho peor: a éstos se les obliga a someterse al voto secreto y vía partido político. Entonces, ni en sus circunscripciones especiales se respeta la visión de los indígenas, en cuanto se refiere a la elección de sus representantes.

En este sentido, lo comunitario y el Estado plurinacional corren el peligro de quedarse en el papel y huelen nuevamente a una traición a la concepción social del mundo de las sociedades indígenas.

Sin embargo, este documento creo que no ha pasado a la discusión. Queda a las organizaciones sociales, fundamentalmente indígenas, la tarea de rectificarlo.

*Félix Patzi P.
es sociólogo. Actual Secretario Ejecutivo de la Prefectura de La Paz

Perseguidos, explotados y recluidos

La demanda de madera, soja y etanol se ceba con los indígenas latinoamericanos
FRANCISCO PEREGIL - Madrid - 23/02/2009


Sobrevivieron a la llegada de Colón, a las enfermedades de Europa, a los dictadores, a la United Fruit Company y a la fiebre del caucho. Pero las prospecciones petrolíferas, las empresas madereras y los cultivos de soja no sólo les han espantado la caza sino que los han espantado a ellos mismos: pueblos enteros de nativos obligados a vivir cada vez más lejos de donde siempre estuvieron.

"Las invasiones de las reservas son constantes", dice la directora de Survival
Aún quedan en América Latina unos 500 pueblos indígenas (la palabra tribu les parece peyorativa), con 43 millones de miembros que abarcan el 7,6% de la población del continente. Varias decenas de estos grupos no oyeron hablar nunca de Cristo, ni de Mozart, ni de la penicilina, ni de las Torres Gemelas, ni de Sin tetas no hay paraíso. La ONG Survival calcula que existen 40 de estos grupos en Brasil con los que nadie ha contactado, unos 15 en Perú y uno en Paraguay. Es en estas comunidades de escasa o nula relación con el resto de la sociedad donde se aprecian de forma más cruda los estragos del consumismo disfrazado de progreso.

Para ayudar a los indígenas en una batalla donde tienen todas las de perder, investigadores como Almudena Hernando, arqueóloga de la Universidad Complutense de Madrid, han convivido en la Amazonia brasileña con pueblos como los awá, también conocidos como guajá.

"Cuando los funcionarios brasileños de la Fundação Nacional do Índio (Funai) detectan a un awá perdido en la selva lo trasladan a una zona legalmente demarcada para los indígenas donde nadie puede entrar. Pero los madereros terminan entrando. Hacen unas talas muy selectivas, que no se pueden detectar mediante fotos aéreas, porque cortan los árboles más viejos y dejan los jóvenes, que no tienen valor en el mercado. Y detrás de ellos viene un ejército de campesinos sin tierra, que no tienen tampoco nada para subsistir. La forma que tenemos en Occidente de combatir esos desmanes es pedir certificados de origen de la madera que se compra".

"El verano pasado", continúa Almudena Hernando, "los madereros se acercaron a sólo tres kilómetros de la zona protegida. Y cuando llegue la temporada seca, el próximo agosto, seguro que se acercarán más y más. Cuando cazábamos junto a los awá, ellos, que tienen un oído finísimo, se paraban al oír las sierras mecánicas. Les espantan la caza, que es su única forma de vida. En 2006 la Funai llevó allí al Ejército y expulsó a los madereros. Pero, al año siguiente, volvieron".

"La teoría en Brasil es muy buena. La ley protege a los grupos aislados, pero las invasiones son constantes, y no se hace nada para frenarlas", indica Fiona Watson, directora de la ONG Survival.

"Por una parte el Gobierno crea un organismo como la Funai para protegerlos, y por otra pone en marcha el Plan de Crecimiento Acelerado, que proyecta entrar en la Amazonia y construir carreteras y centrales hidroeléctricas. Además, el presidente Lula da Silva visitará a Barack Obama en abril con el objetivo de vender a Estados Unidos más biocombustibles. Ya tiene en proyecto la creación de más fábricas en tierras reivindicadas por los guaraníes. Y encima, el Congreso de Brasil está debatiendo un anteproyecto de ley que permitiría explotar a gran escala la minería en los territorios indígenas".

Survival trabaja desde hace varios años con 35.000 guaraníes de Brasil. "Éste era uno de los primeros grupos que contactaron con los colonos blancos hace casi 500 años y han sobrevivido a ello", indica Watson. "Pero en los últimos 50 años, por culpa de la expansión agrícola en Mato Grosso, han perdido casi todas sus tierras y viven en reservas, rodeados por las plantaciones de soja y de caña de azúcar, que se usan para fabricar biocombustibles [especialmente el etanol]".

Teresa Aguilar Larrucea, quien lleva varios años trabajando junto al fotógrafo Carlos Díez Polanco en distintos proyectos con decenas de pueblos indígenas en Latinoamérica, sostiene que todos los individuos con los que ha tratado siempre han salido perdiendo en su relación con el hombre blanco.

"Apenas se les otorga el rango de personas. Pueden quedar muy bonitos como cartel turístico, pero nadie quiere tenerles cerca. Y encima la sociedad blanca les quita sus tierras alegando que no las cultivan y que son improductivas. ¿Pero cuál es el concepto de improductividad? El indígena tiene ahí su tienda y su farmacia, saca beneficio de ellas. Llevan miles de años conviviendo en armonía con la naturaleza. Deberíamos aprender de ellos".

A pesar del pesimismo con que Aguilar Larrucea atisba el futuro de los pueblos indígenas, aún ve signos esperanzadores. "Venezuela es un claro ejemplo de lo peor y lo mejor. Los indios caracas vivían en el centro del país y ahora en el centro no queda ninguno, todos se han desplazado a la Amazonia y a la frontera. Sin embargo, Venezuela ha sido un país pionero en la lucha por los derechos de los nativos al crear el Ministerio de los Pueblos Indígenas, y ponerlo en manos de Nicia Maldonado, que es indígena yecuana. Porque en Brasil existe la Fundação Nacional do Índio, pero sus dirigentes no lo son", explica.

"Con Hugo Chávez", continúa, "los indígenas han adquirido más conciencia de raza y dignidad. Ya no esconden sus raíces y cada vez aparece mayor número de indígenas en los censos. Pero al ser un ministerio nuevo, no llega a todos los pueblos indígenas que deberían llegar". Detrás de esa aversión de la sociedad blanca al aborigen, según Aguilar Larrucea, lo que se esconde es un complejo racial y cultural. "Los blancos quieren presumir de su pureza renegando del mestizo y el mestizo reniega del indígena. Yo he visto en algunos pueblos a gente que hacía negación de sus hermanos más oscuritos porque se avergonzaban de ellos".


Un lenguaje para dos hombres

Si se busca en Wikipedia lenguas tupí-guaraní, la primera que aparecerá en una lista de 53 se llama aura. Su cobertura geográfica es el Estado brasileño de Maranhão. El número de hablantes, reducido. "Sólo dos hombres y yo los conozco", asegura la arqueóloga de la Universidad Complutense Almudena Hernando. "La Fundação Nacional do Índio [Funai, organización dependiente del Ministerio de Justicia brasileño] les han facilitado una cabaña junto a un puesto indígena donde viven indios awá. Hablan una lengua que nadie conoce. Les pusieron de nombre Auré y Aurá. Parece que son los últimos representantes de un grupo al que debieron masacrar".

"La Funai los contactó cuando estaban perdidos y solos. Ningún lingüista conoce su lengua. Los trasladaron ahí, lejos de la tierra donde se les halló. Cuando te acercas, te cuentan muchas cosas que no entiendes. Y si entras en su cabaña te quedas completamente impactada: las vigas que sujetan el tejado de paja sirven de soporte a cientos y cientos de flechas, con las puntas envueltas en hojas y atadas en racimos", continúa Hernando.

"Auré y Aurá se han pasado los años que llevan viviendo ahí haciendo flechas y más flechas, en un ejercicio inútil desde el punto de vista funcional, porque ya no las usan. Pero imagino que eso les sirve de terapia para neutralizar el trauma de haber sido arrancado de tu tierra y forma de vida. Tal vez se han agarrado a ello como mecanismo de seguridad. Cuando todo se ha hundido bajo tus pies quieres saber quién eres introduciendo la mínima cantidad de cambio en tu vida. Eso es lo que hacen estos dos hombres. Es impresionante ver su cabaña, neuróticamente ordenada. Te das cuenta del horror que han debido vivir muchos de estos grupos en el momento del contacto con el blanco".

miércoles, 18 de febrero de 2009

Huntington y el multiculturalismo

El politólogo y profesor de Harvard Samuel Huntington (1927-2008) falleció hace poco. De sus obras destacan El orden político en sociedades en cambio (Paidós; Buenos Aires) y Choque de civilizaciones (1993, Foreign Affairs). Huntington fue controvertido, pero también admirado. En poco espacio destacaré algunas de sus ideas básicas.

Según Huntington, la modernización tornaba complejas y desordenadas a las sociedades. Sin la contraparte de un proceso de institucionalización política generador de instituciones capaces de digerir el cambio, los resultados podían derivar en la violencia. No es fácil lograr estabilidad con el cambio y menos viable aún resulta el traspaso automático de instituciones de una sociedad compleja a sociedades menos estructuradas. Este error lo ha cometido Estados Unidos antes en Vietnam, ahora en Irak y Afganistán. Las críticas de Huntington al respecto no fueron asimiladas ni entonces ni ahora. Cada sociedad es peculiar, cada proceso de cambio es distinto. Ésa fue y es la lección de Huntington.

El choque de civilizaciones tuvo su base en la clasificación global que hizo el historiador británico Arnold Toynbee de diversas culturas mediante sus grados de similitud o diferencias. Había (hay) una raíz real en lo de Huntington: Occidente ha estado sometido a interacciones violentas con el islam desde las lejanas épocas del fundador de esta religión, Mahoma. Debemos recordar la invasión de la península Ibérica y parte de Francia en el siglo VIII. Los sarracenos se quedaron en España y Portugal por 700 años. Las Cruzadas y posteriormente la toma de Constantinopla por los turcos, más su ocupación de Grecia y de los Balcanes, desarrollaron a lo largo de cientos de años un choque permanente entre los mundos cristiano e islámico. Con otras connotaciones, eso persiste. Ahora cabe lograr convivencia y mutua tolerancia, algo que también predicaba Huntington.

La preocupación de Huntington por el multiculturalismo —como afirma el argentino Andrés Cisneros— no apunta a sus esencias sino a sus excesos: la utopía de un mundo donde todos somos intercambiables ya ha generado demasiadas experiencias totalitarias. Las sociedades no pueden ser esencialmente multiculturales, como los individuos no pueden vivir con múltiples personalidades. Para mejor convivir, no es necesario mutilar las diferencias sino potenciar los parecidos. No será negando mi identidad que aprenderé mejor a aceptar la del otro. Estas aseveraciones las encuentro aplicables al caso boliviano del momento. El multiculturalismo al final deriva en alguna clase de dominio, o en el cambio de un dominio por otro. Las sociedades pueden ser multiétnicas, pluriculturales, en fin, todo lo “plu” y lo “multi” que se quiera, pero finalmente un sistema implícito de poder establecido será el determinante. En los Estados Unidos, y máxime luego de la elección de Barack Obama, ya a nadie le importa el credo o la raza, pero sí importa —es vital— pertenecer al main stream (corriente fundamental), permanecer y actuar dentro de los límites que ella impone. Malcom X y Jesse Jackson no eran main stream y por eso no tuvieron mayor chance electoral, no necesariamente por ser negros. No la tuvo el blanco George Wallace, gobernador racista de Alabama, pues tampoco era main stream. Obama sí es un hijo dilecto del main stream. Por eso los norteamericanos votaron masivamente a su favor.

El “multiculturalismo” —siguiendo a Huntington— disfraza una voluntad de dominio que intenta modificar las cosas drásticamente, con los peligros que eso trae si las instituciones no acompañan al nuevo orden político.

*Ex canciller, economista y politólogo

www.agustinsaavedraweise.com

Empezó la descolonización

El último gabinete ministerial elegido por el señor Presidente de la República no juró sus cargos ante un crucifijo y la Biblia, tal como se había hecho desde la fundación de la república, sino ante el texto de la nueva Constitución Política del Estado. Pero se mantuvieron los palidescentes cirios encendidos. ¿Fue éste un nuevo rito para juramentar un nuevo impulso a la descolonización que anima Evo Morales? Para este efecto y próximos juramentos habrá que hacerlo sobre una mesa de k’oa, con floreros rebosantes de ramos de la “hoja sagrada” y perfumada con sahumerios de aromas cósmicas.

El Gobierno ha querido significar que el Estado boliviano ha dejado de ser confesional y se ha pasado al laicismo. Esta idea parte del error de confundir el significado de los términos utilizados por el Art. 3° de la Constitución últimamente derogada. En efecto, cuando allí se leía que el Estado “reconoce y sostiene la religión católica, apostólica y romana”, de ninguna manera se declaraba confesional. En otros textos anteriores, desde la fundación de la república, sí que se explicitaban la confesionalidad católica. Pero, al decir que “reconoce” no hace otra cosa que confirmar a la Iglesia Católica su condición de Derecho Público, que no necesita trámite alguno para ejercer su misión universal dentro de la República de Bolivia. Esto no es una declaración de confesionalidad religiosa de parte del Estado. A pesar de haberse repetido esta aclaración, incluso algunos respetables medios de comunicación insisten en el error.

Donde sí existe una expresión cuestionable es en la palabra “sostiene”. El origen de esta concesión radica en la expropiación, que decidió la república, de muchos bienes eclesiásticos. A modo de restitución, más simbólica que real, el Estado entrega a la Iglesia una determinada suma que nunca llegó a sufragar el mantenimiento del culto ni de las actividades asistenciales, sociales, educativas y culturales que la Iglesia desarrolla en el país. La supresión de ese “sostenimiento” no afecta gravemente a la Iglesia de Bolivia que, por cierto, requiere de la cooperación externa para cumplir con su misión.

Hecha esta aclaración, volvamos al ceremonial del juramento de los ministros y otros cargos públicos. Considero que es preferible prescindir de los símbolos de la fe cristiana que jurar por Dios, cuando no se cree en Él. Esto último es un perjurio. Por lo demás, no debe sorprendernos que esto ocurra cuando hace poco el presidente Evo Morales proclamaba, en el Foro Social Mundial llevado a cabo en Brasil, que “otra fe, otra religión, otra iglesia, es posible”. ¿Dónde aprendió el señor Presidente esta brillante idea? Seguramente es una paráfrasis del lema utilizado por los congresos mundiales “altermundistas”: “Otro mundo es posible”.

Pues por ahí va la “descolonización” religiosa; retirando los símbolos cristianos de todo acto oficial e introduciendo “otra iglesia”. Y si no, ¿para qué el Presidente amplió su gabinete con un ministro de Descolonización? Así se hará —sospecho— con los Te Deum, las procesiones y otras ceremonias en que se confunde religión y lucimiento político. Si los gobernantes no creen, ¿para qué fingir? Ahora bien, por mucho que los gobernantes profesen “otra fe”, no lograrán silenciar la voz conciliadora de la Iglesia Católica.

*José Gramunt
es sacerdote jesuita y director de ANF.