jueves, 20 de agosto de 2009

Bolivia, una nación plural en busca de la interculturalidad

La aceptación plena de las naciones indígenas y originarias como parte del Estado nación, y la “descolonización” de antiguas miradas o idiosincrasias excluyentes y conservadoras son los retos, a decir de sociólogos, antropólogos y comunicadores

Bolivia ya terminó de asumir su condición de país multicultural y plurinacional, pero aún se enfrenta con un reto mayor para terminar de cohesionarse como sociedad homogénea, como nación unitaria: la interculturalidad. Este criterio es compartido por un sociólogo, una comunicadora, un psicólogo social y un antropólogo, consultados acerca de los retos inmediatos y mediatos del país en materia de integración cultural.

La comunicadora Gloria Eyzaguirre, coordinadora del programa de Iniciativa Ciudadana de la Fundación Unir, considera que “el país necesita asumir que su gran diversidad de culturas

—reflejada en sus 36 etnias reconocidas por la nueva Constitución Política del Estado— representan una riqueza potencial por sí mismas, pero también en conjunto, por lo que deben comunicarse y conocerse entre sí para llegar a lo que potencialmente se conoce como ‘interculturalidad’, en bien de la comunidad”.

Para la profesional, la idea de interculturalidad es que todos construyan algo en conjunto. “No es la resta o diferenciación, que actualmente ocurre en muchos ámbitos, sino más bien la suma, la consolidación del criterio de que A más B es igual a AB”.

“Esto significa —continúa— que cada una de las culturas, en igualdad de condiciones, aporta al enriquecimiento de otra, y no es necesario que se lleguen a conformar en C porque cada una mantiene lo que está aportando para formar una totalidad que no signifique su eliminación como unidad”.

Por interculturalidad, el psicólogo social Luis Vásquez, coordinador Nacional de la Iniciativa de Diálogo, entiende “un proceso que otorga la posibilidad de que las distintas culturas que conforman un país, en este caso Bolivia, convivan en equidad, paz, tolerancia y respeto”.

El largo camino

Una condición imprescindible para asumir esta figura sociocultural en su plenitud es el reconocimiento legal, individual, colectivo y en la práctica cotidiana de la multiculturalidad.

Eyzaguirre afirma que el país está inmerso en este proceso desde 1994, cuando, a través de las modificaciones introducidas en la Constitución —durante el primer Gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada—, “se aceptó y normó que Bolivia es un Estado pluricultural y multiétnico. Y eso es multiculturalidad, la capacidad de entender que somos muchos, diversos y diferentes y actuar en tal sentido”.

Vásquez agrega que, “si bien ya se ha reconocido la diversidad, todavía no hay una experiencia propia de la interculturalidad”.

Entre una serie de problemas en esta ruta de transformación —tanto del Estado como del pueblo como tal y sus distintas identidades—, el psicólogo señala que “hay mucho por avanzar en cuanto a las etnias que durante tanto tiempo estuvieron invisibilizadas. Aún muchas culturas creen que son puras, que son únicas; es decir, se desarrollan bajo una teoría etnocéntrica y chauvinista de que ‘lo mío es lo mejor’”.

Eyzaguirre advierte que la evolución social en ésta y otras aristas no se dará de un día para el otro o “por arte de magia”.

“Los cambios —considera— demandarán varias generaciones, ya que requieren la creación de un nuevo paradigma que permita asumir un país intercultural con la participación igualitaria y necesaria de todos los actores”.

Para la entrevistada, un logro importante para avanzar a buen paso en este objetivo fue el hecho de que la Constitución aprobada en enero de 2009 “reconoce que somos un país intercultural; es sobre esta base que debe construirse la nueva sociedad diversa pero unificada, homogénea”.

Vásquez asegura que, “para reafirmarse, muchas culturas o clases sociales se cierran y es muy natural, pero no por ello acertado, que lleguen a pensar que son las únicas o las mejores”.

Ante esta situación, el especialista cree que uno de los trabajos primordiales —desde el Estado y sus autoridades— “es la observación de los procesos de otros países que han desarrollado este tipo de experiencias de interculturalidad, para así llegar a tener una visión conjunta de lo que es bueno para todas las culturas, sin dejar de lado la diversidad”.

El coordinador de Iniciativa del Diálogo considera que “precisamente en eso consiste o debe consistir el proceso de descolonización, que no es otra cosa que la ruptura del modelo de Estado que se afianzaba en el monoculturalismo“.

Iniciativas

Pero el proceso va aún más allá, en tiempo-historia y en la manera en que se plasma en diferentes movimientos y expresiones de la sociedad actual.

Ésa es la lectura que hace el sociólogo Óscar Vega. “Distintos historiadores y figuras —asevera— han estado insistiendo en que, para lograr la cohesión cultural, hay que revisar y replantear la forma en que construimos y tratamos nuestra historia. Según ese criterio, vemos que los momentos e hitos más importantes de la historia boliviana siempre estuvieron ligados a grandes levantamientos y movilizaciones indígenas”.

Esta realidad histórica, según el especialista, se repite en la actualidad con la emergencia de las naciones indígenas y originarias que —a través de diferentes procesos políticos, democráticos, pero sobre todo movilizaciones y medidas de protesta— lograron una “visibilización” como parte del Estado y la nación.

“Lo que sucedió desde 2006 —agrega— con la llegada de Evo Morales a la Presidencia no es más que un replanteo de la historia que no se pudo lograr desde las movilizaciones de Zárate Willca y ni siquiera con la Revolución Nacional de 1952”.

Para Vega, es de vital importancia aceptar en todas las instancias la presencia de indígenas como única forma de lograr una sólida identidad nacional.

“Es crucial —afirma—. Si fuera sólo un tema técnico, si la problemática de igualdad, desigualdad y discriminación se tratara sólo de costumbres, o gestos o formas lingüísticas, entonces la solución sería simple: ampliar, generalizar estas figuras o idiomas. Pero el proceso que vive el país desde la asunción del primer Presidente indio, e incluso antes, con todos los hechos que lo posibilitaron, demuestra que lo originario, lo indígena, no sólo se reduce a lo étnico, sino que es el principio del pluralismo”.

Precisiones

Una reforma a la Constitución en 1994 reconoció una Bolivia pluricultural.

No obstante, expertos consideran que no basta sólo esta certeza.

Además de identificar las diferencias, se debe trabajar para lograr la unidad.

El proceso actual en lo político y lo social apunta a la interculturalidad.

Para ese fin se empezó a trabajar en el proceso de descolonización.

Los beneficios y riesgos de la descolonización

A partir de la nueva Constitución Política del Estado, tanto en el discurso oficial del presidente Evo Morales, del vicepresidente Álvaro García Linera y de otras autoridades del Gobierno como en acciones y decisiones del Ejecutivo se ha popularizado en meses recientes en el país la palabra descolonización.

Al crear el Viceministerio de Descolonización, encabezado por Roberto Choque, el ministro de Culturas, Pablo Groux, señaló que “las tareas centrales de esta nueva oficina serán la revaloración y reivindicación cultural de los pueblos originarios, así como la lucha contra el racismo, la discriminación y otras prácticas que menosprecien costumbres, idiomas y modos de ser nativos, a favor de otros foráneos o impuestos”.

Siguiendo este criterio, el psicólogo social Luis Vásquez señala que el trabajo de descolonización debe partir de un ejercicio mental individual. “Hay que tener —advierte— mucho cuidado con la lógica que se utilice en este proceso, porque se tiene que deconstruir la violencia, la opresión y el imperialismo, pero no por ello agredir o aislar a culturas o influencias externas que sí puedan resultar beneficiosas”.

Si se pasa por alto estas pautas, opina el experto, se corre el riesgo de caer en un “error histórico” que ya se vio antes en pueblos que “una vez lucharon contra la opresión, salieron victoriosos y se convirtieron en opresores”.

Por otro lado, el escritor cochabambino Ramón Rocha Monroy reflexiona: “Es curioso comprobar la facilidad con que admiramos otras culturas, y la represión íntima que sufrimos al tratar de valorar las nuestras (…) Una actitud central de la descolonización del saber, y del ser, es interesarnos por los mitos, la historia, la técnica, los usos y costumbres de la civilización andina y amazónica, y hacerlos parte de nuestra concepción del mundo y de nuestra forma de vida”.

“Quizás entonces —culmina el también columnista de La Prensa en uno de sus recientes artículos— percibamos que, junto al prejuicio de clase, nos enturbia la visión el prejuicio de etnia, porque hay gente que se resiste a conocer sus raíces y prefiere ocultarlas, en un gesto de bipolaridad o esquizofrenia colectiva”.

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