
El número de desplazados por los ataques xenófobos de los últimos días en Johannesburgo, Sudáfrica, que han dejado ya al menos 22 muertos, asciende a cerca de 6.000, según estimaciones de Médicos Sin Fronteras.
La organización de asistencia humanitaria informó que sólo en una estación de policía en el centro de la ciudad, se intentaron refugiar unos dos mil extranjeros. Otros se dirigieron a iglesias y centros comunitarios.
"Esta es una clásica situación de refugiados", le explicó a la BBC su portavoz, Rachel Cohen.
"Si volvemos a las calles nos van a matar", dijo un atemorizado hombre oriundo de Zimbabue a la corresponsal de la BBC en Johannesburgo, Caroline Hawley.
Por su parte, el jefe interino de la Cruz Roja en Sudáfrica, David Stephens, expresó sus temores de que la ola de violencia se extienda por fuera de la ciudad hacia otras regiones del país.
Zona de guerra
Los corresponsales coinciden en señalar que este fin de semana el centro de Johannesburgo parecía una zona de guerra, con la presencia de policías armados que dispararon granadas de gas y balas de goma para dispersar las turbas en las calles.
Los ataques comenzaron el 11 de mayo en el barrio Alexandra y se extendieron hacia otras áreas de Johannesburgo, incluyendo el distrito financiero, donde vive un gran número de extranjeros.
Pero como destaca el especialista de la BBC en temas africanos, Martin Plaut, no son los adinerados extranjeros que llegaron a Sudáfrica procedentes de Europa o Estados Unidos las víctimas de la furia de estos grupos.
Los ataques están dirigidos a hombres, mujeres y niños oriundos de los países vecinos. En efecto, se estima que en Sudáfrica viven unos cinco millones de inmigrantes ilegales, la mayoría de ellos de Zimbabue, pero también de Mozambique y hasta de Nigeria.
Imágenes del apartheid
La policía sudafricana afirnmó haber detenido a más de 200 personas acusadas de diferentes delitos incluyendo asesinato, violación y robo.
Pero al mismo tiempo, el portavoz de las fuerzas de seguridad, Govindsmay Mariemuthoo, aclaró que "no estamos hablando de xenofobia, estamos hablando de criminalidad".
A pesar de esto, Martin Plaut, de la BBC, cree que la imagen de las portadas en los principales diarios sudafricanos mostrando a un hombre que lucha desesperadamente mientras es consumido por las llamas en las calles de Johannesburgo, recordó a muchos a los peores días del apartheid.
En aquellos tiempos, las víctimas eran rociadas con combustible y calcinadas por haber colaborado con la policía. Ahora todo indica que las razones de fondo son otras.
Economía y política
Para el gobierno, son simples delincuentes los que están detrás de los ataques.
Sin embargo, los analistas coinciden en señalar que desde hace tiempo se viene gestando cierto descontento en las zonas más pobres del país, donde por otra parte se tiene la sensación de que el presidente Thabo Mbeki no está atendiendo a los más necesitados.
Como telón de fondo, se encuentra la paradoja de la mayor economía del continente africano, que si bien creció un promedio del 5% en los últimos cuatro años, su florecimiento posterior al apartheid no logró generar más empleo, repartir mejor la riqueza o mejorar la calidad de los servicios a los sectores más desfavorecidos.
Es más, la expectativa de vida en Sudáfrica, cuya población alcanza los casi 50 millones de personas, es menor a los 51 años. La lista de Naciones Unidas de 177 países según su nivel de desarrollo humano ubica al país en el puesto 121.
Tampoco mejora su imagen el nivel de delincuencia, ya que tiene una de las tasas más altas de asesinatos y violaciones del mundo.
Las autoridades sudafricanas sostienen que el desempleo alcanza el 23%, una cifra que según algunos críticos está muy por debajo de la realidad.
Desafío
En medio de este clima no es desatinado pensar que los inmigrantes ilegales sean vistos como una desleal competencia para los sudafricanos que buscan un trabajo para sostener a sus familias.
Precisamente, algunos voceros de las turbas agresoras, sostienen que los extranjeros son los culpables de acaparar los pocos puestos disponibles, pero también de los altos niveles de criminalidad en Johannesburgo.
La situación se presenta como un gran desafío para el presidente Mbeki, quien ya perdió ante su rival Jacob Zuma el liderazgo del oficialista Congreso Nacional Africano.
Pero también es un desafío para la imagen del país cuando faltan sólo dos años para ser el anfitrión de uno de los acontecimientos deportivos internacionales que más público y dinero atraen: la Copa del Mubdo de Fútbol de la FIFA.